LLegaron las caravanas, y estabamos esperándoles como si fueran los Reyes Magos. Aparcaron en pleno centro de Hondarribia, junto al barco Mariñel como previsto, trayendo fotografía de la buena como mirra y encienso.
Para luchar contra la tormenta anunciada nos había abierto las puertas del auditorio Goio Uriarte, del ayuntamiento de Hondarribia, y le doy desde aquí las gracias infinitas por su apoyo y su ilusión. Allí pude dejar la maleta de libros llegados recientemente para verlos leerlos y tocarlos a salvo.

No llegó la tormenta ni la lluvia, hasta llegada la noche, y pudimos disfrutar de la presencia de Eli y Carlos con su Bitxa, y de Juanan Requena con la Ínsula esperada.
Se acercó la gente: unos timidamente, mirando los artefactos con extrañeza, la instalación del estudio fotográfico, la pequeña caravana ( casi parecía un juguete!) y su cartel de «mas pequeña exposición fotografica sobre ruedas del mundo». Eso prometía.
Vinieron amigos conocidos y otros a quien todavía no había puesto cara. Vino mi cartero, fiel amigo de un día si y otro casi también…
Hubo charlas, retratos hechos por Carlos, de uno, dos o tres, hubo risas y abrazos. Hubo una merienda ( gracias Irene y Álvaro !!!)
Y ibamos entrando de uno en uno en la caravana, como si fuese un lugar sagrado, un espacio misterioso.
Entrábamos sabiendo que era un momento privilegiado que se nos ofrecía. Y lo fue. El pequeño universo de Juanan Requena es un espacio libre e intimo, ese que todos perseguimos en algún momento de nuestras vidas y al que él ha llegado, o quizá esté muy cerca de alcanzar. La Ínsula es contenido y continente, es el propio camino, trazado cada día y escrito en el diario de Juanan. Cada uno de nosotros podría contar lo que ha sentido allí. Un momento de paz fuera del tiempo, una invitación a viajar, emociones o recuerdos, sensaciones cálidas acompañadas de música. Ese momento es de cada uno de nosotros.
La Ínsula recorrerá kilómetros, a su paso, lentamente, solo os puedo invitar a acercaros a ella, seguro que pasará cerca de vosotros en algún momento. Solo voy a poner aquí una foto del interior, para conservar la magia de este momento.
La jornada se prolongó, y se apagaron las luces. Pero seguirán brillando en nuestros ojos. Que siga la fotografía y sigan los libros. Perdón por mis malas fotos, y gracias a todos!!!
El año que viene, otro World PhotoBook Day. Nos volveremos a ver!
